domingo, 30 de mayo de 2010

¿Para qué sirven las palabras si solo las uso?

Veo tan lejano el tiempo del despilfarro, la poesía épica y la parafernalia del futuro promiscuo... Si hasta parece que la liviandad ha avanzado hasta volver a comprimir. ¡Todo en cuadraditos, todo ordenadito! Obvio que eso dura poco, queda todo desparramado, inútil.
Manchones de tinta y recortes de crepé, así comienza y termina, pensé una vez. Luego no sé, ¿me perdí entremedio? Pues, no sería tan malo, capaz dejé alguna rayuela en amarillo, un Trolls me salvaría también.
A ver, recuento: Faber de 24 pastosos y con punta, sacapuntas de metal con nombre, glasé, Voligoma, punzón y tijera (bendito kit), canson y fibras. Parece estar todo, que extraño ¿por qué la mezquindad?
Y si, es el desgaste que provocan los años. suena lógico, ¿no? Es decir, uno enriquece la niñez con expresiones de maravillosa sencillez: "si", "me encanta", "no quiero", "te odio", "te amo". Más tarde las usamos para distraer, persuadir y descoyuntar cuestiones varias. Luego agregando modos del decir más complejos como: "confundís todo", "no sos vos, soy yo", "exactamente a qué te referís" y "definitivamente tus consideraciones carecen de fundamento". Y uno se desdice con mayor facilidad aún, o puede pasar horas, días, meses, sosteniendo marañas de sinsentido tan linditas que ni ganas de deshacer dan. Se interpreta, reinterpreta, valora, desdibuja, condiciona. Todo en nombre del sinfín dialéctico que siempre suma.
Pero ahí justito, en el preciso instante en que uno logra un mejunje pegoteable y multicolor, brota el temor al enchastre. ¿Miedo a qué, a ensuciar? Eso parece. Como si fuera mejor evitar cualquier trazo que pueda requerir una explicación evidente. He aquí mis queridos, el “Efecto rubiedad encubridora”, también conocido como "Total, la vida seguirá escurriendo, los marcos permanecerán y las etiquetes encima que son difíciles de sacar están todas puestas". Sus máximas: "claro", "tal cual", "ni hablar"
¿Paradójico? Diría es que es casi una cuestión matemática. Cuanto más nutrida la visión, menos dice.
¡Que ganas de olvidar los márgenes, el renglón, el papel secante, y volver al afiche blanco! Desparramar los Jovi y macanear, acostada en el pasto y el crepé humedecido…